ᐅ EXCÉNTRICAS COMPAÑÍAS (PARTE 2) (CUENTOS DE TERROR LARGOS INVENTADOS)

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Una tarde, al salir de su colegio, tropezó con una simpática muchacha, que iba por la calle, sin fijarse, leyendo un libro viejo, como él solía hacerlo.


Al ver que en el suelo se encontraban desperdigadas un millón de cosas que tenían en común, por primera vez el joven, tuvo la fuerte iniciativa de propiciar una larga charla con aquella interesante dama.


Correspondió ella, pues aquello convenía a ambos, y así se la pasaron horas, comentando las historias de Lovecraft, y los últimos libros de Stephen King, entre otros tantos autores, de los cuales compartían en gustos, además de aquellos libros viejos y polvorientos que prometieron intercambiarse.


Por primera vez los ojos del joven brillaban por alguien, el único misterio fue que los ojos de ella eran opacos, eran tan mate, que llegaba a parecer que estaban solo pintados por encima, además, de que aparentemente, ella también se avergonzaba de su nombre, puesto que nunca se lo quiso decir... pero era una chica tan inteligente y linda, que aquellos detalles no importaban.


Esta chica hacía que él quisiera ser más correcto y responsable, quería saber más de aquellas lecturas, para poder compartir con ella, historias que la impresionaran.


Se encontraron en el parque varias veces, y se la pasaban horas hablando, de lo cual, ninguno de los dos parecía aburrirse, el enamoramiento le estaba pegando tan fuerte, que ni siquiera tomaba en cuenta que su cuarto cada vez parecía más, haber sido atacado por un terremoto.


¡Teodoro! – dijo su madre gritando.

- ¡¿Qué mamá?!

- ¡¿Quieres decirme a quién tienes metido en tu cuarto?!

- ¡Siempre que te vas parece que hacen fiesta!


A lo que el muchacho respondió con una carcajada, pues era tan despistado, que seguramente él era quien dejaba el desorden ya hecho por la mañana, y no lo recordaba, y quien hacía las fiestas por la casa, era capaz el abuelo, que ya estaba algo senil.


Aún no había intercambiado su número telefónico con su nueva amiga, porque el joven tenía recelo de pedírselo, y para ahorrarse una posible negativa, simplemente se encontraban todos los días en el lugar de siempre, pero una de esas tardes no fue tan perfecta, y terminaron discutiendo fuertemente, desde lejos no se alcanzaba a escuchar el motivo, pero lo cierto es que la chica salió llorando del lugar.


Los días que siguieron a ese fueron vacíos, insípidos, Teodoro volvía al lugar todas las tardes, pero no pudo encontrar de nuevo a la muchacha, y para colmo, ninguna otra chica era como ella.


En el colegio Leonardo le insistía que conociera otras chicas, e incluso se las arreglaba para presentarle varias, pero él era siempre indiferente, y podríamos decir que hasta un tanto grosero.


Nuevamente volvió a ser el amargado de antes... toda esa euforia que le había causado su fugaz enamoramiento, se había transformado en nada menos, que en un dolor insoportable.


¡¿Qué pasa hijo?!

- ¡Estás más raro últimamente, no está mal que salgas, pero es que tú te lo tomas todo al extremo!

- ¡Ahora en cambio, no quieres ni salir de tu cuarto!

- ¡Y para colmo, el estruendo que se arma allí dentro todas las mañanas, no es cosa de tu abuelo, porque te digo, hijo, hoy abrí la puerta de tu cuarto, y con lo único que me encontré fue con la explosión de los molestos ruidos que salían de tu aparatejo ese!


Exclamaba la mujer ante la mirada perpleja del muchacho, que no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Así que se escabulló a su habitación, casi escudándose de su madre con la mochila, y llegó al rincón del terror, en el que ésta se había convertido.


¡¿En qué momento hice esto?! – se decía asombrado.

Pero sabía que no encontraría la respuesta, y por eso había decidido ignorarlo por completo, y solo echarse de espaldas en su cama que por poco se cae, a observar el tumbado mientras pensaba en la seriedad, en su tiempo extrovertido, y del amor que se había esfumado. Sonó el teléfono…


¡Teodoro, es para ti! – dijo su madre -.


Aquello era insólito, pues nadie acostumbraba a llamarlo, de manera que contestó desde su cuarto frunciendo un tanto el ceño…


¡¿Hola, Teodoro, te acuerdas de mí?! – era la voz de ella -.

- ¡Hola, ¿cómo conseguiste mi número?!

- ¡¿Es que acaso eso es lo que te importa?! – dijo ella, y en su voz se notaba una sonrisa amable -.

- N… no, claro que no.

- ¿Me has extrañado?


Claro que sí, ¿dónde te habías metido?,

- Tuve algunos problemas, pero quise ver la forma de por lo menos llamarte y platicar un rato.

- ¿Podemos vernos de nuevo? – preguntó el muchacho -.


Lo siento, eso ya no va a ser posible, pues el año se está acabando, y tengo muchas cosas que hacer hasta entonces.

- ¡Pero el siguiente año podríamos vernos de nuevo! – propuso el joven,

- Pues, creo, que el siguiente año estaré lejos. – musitó la chica que estaba a punto de llorar -.


Pero puedo llamarte todas las tardes, y así platicamos un rato.

Terminó de decir la muchacha, y qué más le quedaba a Teodoro, que aceptar, si es que esa era la única forma.

Y así fue, religiosamente, la muchacha le llamaba todas las tardes, justo a las 6 en punto, y se platicaban todo su día, e incluso se ayudaban en las tareas.


La muchacha terminó por confesarle, que desde hace un año que lo amaba, cosa que provocó que Teodoro se sonrojara, y qué bueno que no lo miraba nadie, pues creía que se burlarían de él…


Claro que también se podrían haber burlado de él, cuando comenzó a tartamudear sin reparo. La muchacha solo suspiraba, porque tal vez, aquel tartamudeo era un alago para ella.


Había llegado la hora de dormir, y la hora de dormir de Teodoro eran como las 2 o 3 de la mañana, porque le encantaba pasar metido en internet, cuando el gusto por sus libros ya no daba para más, pues en el internet, hallaba mucha más información.


Fue entonces, cuando él trataba de dormir, que comenzó a sentir que una áspera mano se posaba sobre la suya, y despertó sobresaltado, pero a su alrededor no había nada. De manera que se volvió a dormir tranquilo.


Los días pasaron, llegó el fin de año, y como a Teodoro no le gustaban esas fiestas, su familia había planeado celebrarlo a unas cuantas calles, y dejar al chico tranquilo.


Su madre, que se disponía a comprar un par de monigotes en la calle, de pronto recordaba, que habían un par de ellos que estaban en la bodega de la casa… eran unos que ella le había comprado a Teodoro el año pasado cuando él prometió salir a quemarlos con toda la familia luego de unas horas… supuestamente porque tenía algo urgente qué hacer justo en ese momento, pero nunca llegó allí, por lo que, hábilmente, se excusó de que se había quedado dormido, y como era algo lejos, nadie vino por ellos, así fue que ambos muñecos debían seguir ahí en la casa.


Pero en la bodega solo había una linda muñeca, cuando la madre recordaba que debería haber también un muñeco con la forma de un muchacho.


Como esto no le pareció demasiado curioso, no reparó en ello por más tiempo, y se dirigió hasta la recámara de su hijo para despedirse y desearle feliz año, pero cuando entró en aquel cuarto, la mujer no puso más que una mala cara por todos los escombros que habían...


Y mientras reclamaba a su hijo con enojo, iba levantando los papeles y varias cosas que se encontró tiradas, hasta que por descuido, bajo la cama donde se hallaba recostado aquel, alzando un poco las cobijas que se estaban revolcando, encontró la mano de un monigote muy sucio, tiró de ésta, y sacó de allí al muñeco que faltaba.


No habían sido todas pérdidas, pues había encontrado al muñeco. Rápidamente pensó que debía ser una broma de su hijo, que quería hacerla enojar, de modo que solo soltó una carcajada en medio de su enfado, y se marchó a donde tanto planeaba.


No recordaba Teodoro, haber puesto el muñeco ahí, pero había pasado un año, y ni quien se acuerde, así que continuó con su rutina diaria, sin darle importancia. Ya eran las 6 de la tarde, y su amiga no lo llamaba, mientras él moría de nostalgia, y en un momento que lo venció el cansancio, el ruido del teléfono lo hizo despertar de golpe…


- ¿Aló?

- ¡Por favor, sálvame, sálvame!

- ¡¿Por qué, qué te pasa?!

La muchacha colgó el teléfono súbitamente... él no sabía qué hacer, ni dónde estaba ella, pero volteó la mirada al reloj, y eran justo las 12 de la noche.


Luego de esto, recordó también el joven, que entre las voces del fondo, se habían alcanzado a escuchar, primero y muy fuerte, la voz de su antiguo amigo sin nombre (a quien por alguna razón, recién recordaba) pidiendo también auxilio, casi en coro con la muchacha...


… y después… como voces lejanas… reconocía la voz de sus familiares riendo, deseándose feliz año, al tiempo que el sonido de una fogata ardiendo complementaba el audio.


Creyendo que tal vez era la broma de mal gusto, de una “ingrata” que no se había atrevido a decirle que ya no quería verlo más, regresó a dormir, decepcionado de la vida, pero desde el día que siguió a ese, la habitación del muchacho nunca más se desacomodó de pronto, y la linda chica, no volvió a llamarle.


NOTA: El 31 de diciembre, en diversos lugares se acostumbra a elaborar un monigote, hecho de materiales reciclables, que representa todo lo malo del año, el cual es quemado a la media noche, justo cuando dejamos el año pasado atrás y empieza uno nuevo, para que las cosas malas se vayan y no regresen.

A este muñeco, se le llama “año viejo”, y algunos están tan bien hechos, que si tomaran vida por un segundo, y tuvieran la facultad de actuar un tanto humanos, algún chico solitario, podría llegar a ser su amigo o incluso, a enamorarse de uno de ellos. ¿O… no?


FIN



¿Quieres más novelas de terror?, no te preocupes,aquí te dejo estas para que las disfrutes...





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